¿PARA QUÉ SE UTILIZA LA TOXINA BOTULÍNICA?
En la actualidad, la toxina botulínica cuenta con más de una veintena de usos médicos: desde combatir la hiperhidrosis —o sudoración excesiva— hasta evitar las migrañas, los espasmos o la incontinencia urinaria en personas parapléjicas, si bien es conocido principalmente por ser un efectivo tratamiento de rejuvenecimiento facial.
Dentro del mundo de la medicina estética, la toxina botulínica se administra a partir en una solución salina y es inyectada en el tejido neuromuscular. De esta forma, las arrugas de expresión desaparecen, ya que la piel del rostro no se puede contraer.
La toxina botulínica es una alternativa a la cirugía estética cada vez más solicitada, tanto por su precio —resulta más económico que un lifting facial— como por la seguridad y comodidad que ofrece, ya que permite que el paciente no tenga que entrar en el quirófano ni pasar el tiempo de recuperación correspondiente.
Para este tipo de tratamiento de medicina estética, es necesario que lo lleven a cabo únicamente profesionales médicos cualificados y con experiencia, lo que evitará los efectos secundarios derivados de la incorrecta aplicación de este producto.
En este sentido, la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME) advierte de que, pese a tratarse de un procedimiento sencillo, las infiltraciones con toxina botulínica deben ser realizadas solo por expertos.
Únicamente se recomienda inyectar toxina botulínica en el tercio superior del rostro, que incluye el entrecejo, la frente, las cejas y las patas de gallo, así como en el cuello, donde ayuda a eliminar las arrugas transversales que aparecen con la edad.